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Sábado, 3 de noviembre de 2018

El único escrito que se conoce del gran Marco Antonio es una especie de carta que le dirigió a Octavio. En ella le preguntaba: ¿Qué te ha cambiado? ¿Que me esté follando a la reina? ¿Acaso importa dónde o a quién le mete uno la polla? Se refería a Cleopatra. La gran Cleopatra. Tampoco es que fuera nada del otro mundo follarse a Cleopatra, que se follaba casi todo lo que se movía, pero aún así veo a Marco Antonio sensato y hasta moderno. Un chocho es un chocho viene a decir el gran Marco Antonio, adelantándose así más de dos mil años a la desacralización del chocho que yo preconizo. El asunto, sin embargo, tenía repercusiones estratégicas, hay que reconocerlo. Octavio estaba a punto de declarar la guerra a Cleopatra y el Senado había retirado el imperium a Marco Antonio. A Cleopatra, en general, se le consideraba un “monstruo mortal”. Otros la tenían por un “monstruo taimado”. Si tenemos en cuenta que ya a esas alturas había matado a tres de sus hermanos, los calificativos parecen bastante justos. Sé que nadie me lo ha preguntado, pero aún así lo diré: yo en lugar de Marco Antonio me hubiera abstenido de meterle la polla a Cleopatra a no ser que estuviera bien atada y lejos de ella cualquier daga, puñal, peineta envenenada o artilugio vaginal provisto de agudos colmillos, en fin no sin asegurarme de que no constituía un peligro mortal para mi polla o el resto de mi humanidad.

Pero. ¿Quién soy yo para cuestionar dónde o a quién le metía la polla el gran Marco Antonio?

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