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Domingo, 28 de octubre de 2018
Lleva dos días cayendo esa lluvia y me hago el té y echo un vistazo al diario. Hay una entrevista a un joven venezolano torturado en cárceles ruso-cubanas en Venezuela y es una entrevista importante, estremecedora. Aunque inútil, según mi experiencia. Durante décadas muchas décadas presos y torturados cubanos del castrismo han ofrecido entrevistas semejantes, si conseguían escapar, y ya ven lo que ha pasado: nada. Bueno, no nada. Ha sucedido el éxito absoluto de esa dictadura que denunciaban sus víctimas. Las denuncias y los testimonios de las víctimas de las dictaduras de izquierda no derrocan dictaduras de izquierda. A las de derecha sí las debilitan los testimonios de sus víctimas y las llevan a su final de una manera u otra. Eso sucede porque las dictaduras de derecha, sean lo crueles y asesinas que sean, siguen siendo parte de la Civilización. Las dictaduras de izquierda operan en un territorio ajeno a la Civilización. A exteriores de la Civilización. Por eso la única forma de derrocar una dictadura de izquierdas es la violencia y sobre todo la ejecución de los dirigentes de esas dictaduras. Todo lo demás es perder el tiempo. El pacifismo de las víctimas de una dictadura de izquierdas es una forma de complicidad con sus victimarios. Si lo sabré yo. Pobre muchacho.
