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Lunes, 24 de septiembre de 2018

Publica el escritor Aramburu una de esas páginas que publica en el diario. Aramburu acudió a un acto de homenaje a un asesinado por ETA y con su mejor tono rural va contando su llegada a un espantoso pueblucho vasco y su ascenso al lugar del homenaje (un sitio que imagino denigrante como todo paisaje patrio), y cuenta Aramburu cómo su almita vasca va enterneciéndose a medida que los etarras y herederos y usufructuarios de los asesinos se abrazan y besan con los familiares de los asesinados y musiquitas e imagino que un bailarín dándose patadas en la cabeza, aunque creo que esos bailes se reservan a los asesinos etarras al salir de las cárceles.

Y a todo lo largo y ancho la cantaleta oprobiosa de la reconciliación. ¿Por qué ha de reconciliarse la víctima? Pero la reconciliación se comprende nada tiene que ver con la víctima, tiene que ver con el lavado de rostro de los victimarios. Y. ¡Aleluya! Se ha borrado el odio de las miradas. Y qué final romántico el olivo español y el roble vasco, los patriotas necesitan sus símbolos sin simbolitos no hay país. Y noten la igualdad de condiciones que trazan los arbolitos: un arbolito por país.

El bestseller de Aramburu Patria es el gran sentimentalizador del crimen vasco y de la complicidad criminal vasca y de la indignidad de los nacionalistas vascos y de los patriotas vascos y el terreno abonado en el que instalar tranquilamente los cimientos de la futura Patria Nazi vasca. Un enorme logro no cabe duda.

Y yo que a veces pienso que los libros no sirven para nada.

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© Juan Abreu, 2006-2019