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Sábado, 25 de agosto de 2018
Málaga (2)
Ya sé por qué querías venir, para enfurecerte, ese es tu alimento. Dice. Y es verdad. Nadie me conoce como ella. Al cuarto o quinto retrato de Stalin y sus asesinos pero sobre todo de Stalin la rabia me invade y siento esa sensación tan positiva que siento cuando la rabia me invade. Estamos en el Museo Ruso de Málaga (¡y cuán ruso, hasta el que cobra la entrada es ruso!) y la exposición se hace llamar Radiante Porvenir, pero no es más que una apología del stalinismo y hay que preguntarse, y Ramón, que me acompaña, se lo pregunta enseguida ¿sería posible una exhibición como esta sobre el arte nazi aquí en Málaga o en cualquier otra ciudad española? No sería posible, concordamos.
Por otro lado, la exhibición es mala. La hechura de las obras de un virtuosismo rumiante, pintura de profesores y de criados no de creadores. Los logros del arte verdadero son siempre estéticos, nunca artesanales. No hay un sólo gramo de creación ni de originalidad ni de arte en todas estas salas repletas de esculturas y de cuadros enormes dedicados a exaltar al asesino Stalin y al asesino Lenin y a la Unión Soviética, estado totalitario y además estado de una vulgaridad monstruosa, esa vulgaridad característica del comunismo es decir de la miseria (la dignidad de la pobreza es un cuento de gente que nunca ha sido pobre) y de la falta de libertad. ¡Y yo leyendo a Simon Sebag Montefiore!
Por suerte del museo nos vamos a comer al chiringuito de la playa y al comer y beber esplendores la vida recobra rápidamente su esplendor.
