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Domingo 29 de julio de 2018
Íbamos por la carretera cuando apareció la famosa luna roja. Mira, la luna roja. Entonces alcé los ojos y la vi. Colgaba sobre unas lomas. Si hubiera estado sólo no la hubiera visto. Nunca me ha interesado mucho lo de ver eclipses o cometas y en este caso de la luna roja aún menos interés sentía. Todo lo rojo me da muy mala espina, como se sabe.
Recuerdo que viviendo en Miami se anunció que iba a pasar el cometa Halley. Reinaldo llamó desde NY para anunciar que venía. Voy raudo, dijo, tengo que ver el cometa Halley. Para él era un gran acontecimiento. Aún puedo verlo exultante, y su ensortijado pelo. Reinaldo fue a ver el cometa y escribió un cuento titulado, precisamente, El cometa Halley. En el cuento, Reinaldo reescribe el destino de las hijas de Bernarda Alba y les depara un final de sanidad, es decir de lujuria liberada.
Y no es preciso decir (pero lo digo) que el cuento de Arenas es lo más luminoso que ha quedado del paso del famoso cometa por el cielo de Miami.
