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Sábado, 28 de julio de 2018

Termino el último libro de Steven Pinker. Un libro portentoso. Pinker defiende la Ilustración, la Razón, la Ciencia, el Humanismo y el Progreso. Es decir las fuerzas que han hecho posible la Civilización Occidental (la única que existe). Las fuerzas que nos han traído hasta aquí, que nos sacado de la cueva y nos han convertido en seres humanos, que nos han permitido alcanzar bienestar y riqueza, y aspirar a ser ciudadanos del planeta. Es decir, lo más parecido que hay al Capitalismo. Y encuentro esto, tan reconfortante, en el libro de Pinker:

“Los intelectuales odian el progreso. Los intelectuales que se llaman a sí mismos progresistas en realidad odian el progreso. No es que odien los frutos del progreso: la mayoría de los expertos, los críticos y sus lectores biempensantes utilizan ordenadores en lugar de plumas y tinteros, y prefieren ser operados con anestesia que sin ella. Lo que exaspera a los intelectualoides es la idea de progreso: la creencia ilustrada en que nuestra comprensión del mundo puede mejorar la condición humana”.

Y al leer esto mi gran cerebro concluye algo perfectamente oculto a la vista de todos. Que si funciona esa máquina llamada Progreso que obedece a la creencia ilustrada en la Razón, la Ciencia y el Humanismo, y dado que la Izquierda se proclama salvadora de la Humanidad y adalid del mejoramiento humano, la Izquierda no tiene razón de ser.

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© Juan Abreu, 2006-2019