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Viernes, 29 de junio de 2018
Vuelven los cuadros. Estoy escribiendo o haciendo cualquier cosa y llegan a mi cerebro como suelen, perfectos. Si uno pudiera sacarlos de ahí y ponerlos directamente en la tela. Pero no puede. Hay que pintarlos y al hacerlo se rebajan considerablemente. Ese regreso de los cuadros me ha hecho pensar ¡otra vez! en dejar de escribir, ya he escrito mucho, demasiado, y ponerme a pintar. Ni siquiera escribir este blog que no es un blog sino una novela gigantesca. Me gustaría dejar más cuadros logrados (tengo algunos sobre todo de la serie del Superensartaje que algún día llegarán a los Museos y serán apreciados y se venderán bien, eso no lo dudo). Ahora los cuadros que se me ocurren, desde el punto de vista formal y de la forma de usar y aplicar la pintura, son como una prolongación del Superensartaje pero sólo formalmente nada de política (o poco, por ejemplo hace unos días me vino a la cabeza un cuadro en el que el Papa Francisco subía al cielo encaramado en una montaña de mierda que, supongo, era el contenido de su cerebro) son cuadros caseros los gatos los perros las plantas retratos de gente querida cuerpos y la luz del jardín. Y el mar de los recuerdos naturalmente.
Veremos qué pasa y qué hago pero he de tener en cuenta en cualquier caso la edad y la posible vida que me queda.
