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Miércoles, 27 de junio de 2018

Bebiéndome una Leffe, anoche, me puse a pensar en el problema de Bélgica. Solucionar el problema de Bélgica es fácil me dije, una bomba de neutrones bastaría. Ya. Pero. Las cervezas. No sólo la Leffe, muchas otras que he bebido cuando he ido a Bélgica. Recuerdo las de aquel bar en Brujas, qué noche fastuosa. Cómo es posible que los belgas fabriquen estas cervezas, me preguntaba bebiendo la Leffe. Esa gentecilla tribal aferrada simiescamente a sus dialectos autóctonos que te rompen los tímpanos si te descuidas. A Bélgica no se puede ir sin una buena provisión de tapones de oído.

Siempre me pregunto, en momentos de angustia existencial ¿qué coño es un flamenco?

La bomba de neutrones es indispensable, rumiaba yo mirando amoratarse el cielo, urge aligerar Europa de toda la chusma tribal belga. Eso sí, sacando del país y del radio de alcance de la bendita bomba todo lo necesario para, una vez desinfectado el país, seguir haciendo estas cervezas. Lo que pase con los belgas me tiene sin cuidado como es lógico, pero por el bien de la humanidad hay que preservar las cervezas belgas.

Y no me costó mucho arribar a esta conclusión y resolver así de la mejor manera el problema belga, la verdad.

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© Juan Abreu, 2006-2019