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Domingo, 28 de enero de 2018

Estaba en una de esas fiestas como deben ser las fiestas y el anfitrión había colocado colchones en un amplio salón y allí compartían vivamente seis o siete parejas o tal vez ocho sí, ocho. Yo me hallaba tumbado y dejaba a un apuesto muchacho jugar con mi pito sin prestar mucha atención (aunque disfrutando naturalmente), mi atención puesta en las mujeres presentes todas muy bien hechas. En cierto momento, pedí excusas al muchacho, que se apartó de mi pito de mala gana, quién no, y fui al baño y me lavé el pito (así soy de limpio aún estando en un país donde ningún hombre se lava el pito después de mear) y al regreso fui de una a otra de las mujeres (tengo esas ocurrencias) que sobre los colchones disfrutaban de variadas maneras. Al llegar junto a ellas les ofrecía mi pito y ellas, como es natural, se ponían a chupar. Así fui yendo de una a otra disfrutando del sabio tratamiento que daban a mi pito, pero, disfrutando sobre todo de la ausencia de moral adherida al sexo que emanaba de la situación y aprendiendo, la libertad enseña mucho, que el sexo es amoral y la exclusividad sexual una farsa nadie es monógamo como se sabe.

Suelo recordar momentos cumbre de mi vida a veces y hoy recordé este, tal vez porque ha salido el sol.

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© Juan Abreu, 2006-2019