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Viernes, 26 de enero de 2018
Termino el primer volumen de Kafka y ya tiene Kafka treinta años y mantiene a prudente distancia a Felice son novios por correspondencia, le tiene horror al sexo. (El coito, como castigo de la dicha de estar juntos, escribe en su Diario el 14 de agosto de 1913). Trabaja como funcionario y es muy cumplidor y apreciado, todavía no ha comenzado a escribir la gran novela de la pesadilla totalitaria que se avecina. Que pronto se pondrá en marcha en Rusia. Hasta ahora un librito de textos muy breves y La condena y La metamorfosis (que aquí traducen como La transformación, pero no me acostumbro, para mí siempre será La metamorfosis, que es mucho mejor título, por cierto) donde ya es Kafka y su mundo y su gran prosa. Gran prosa que nunca conoceré debidamente, porque no leo alemán.
Kafka es el escritor torturado por excelencia, sólo vive para el momento en que todo fluye y adquiere sentido en el fluir de la escritura, pero cualquier escritor sabe que el todo fluye en la escritura, y el orden que otorga ese fluir al Universo, aparece muy de tarde en tarde, cuando aparece. Sacrificar la vida en el altar del todo fluye de la escritura en la que el Universo se ordena (y adquiere sentido) es una aspiración imposible y suicida de ahí que la obra de Kafka sea fundamentalmente obra inacabada.
