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Martes, 2 de enero de 2018

Los comienzos de año suelo cerrar los ojos y pedir un deseo y antes siempre pedía que me dejaran gobernar el mundo un par de días aunque fuera, estaba seguro (y lo estoy aún) de que arreglaría el mundo en ese tiempo o al menos lo mejoraría mucho. Con el paso de los años, sin embargo, crece mi modestia y hoy cerré los ojos y pedí que me fuera dado bombardear (sólo) un país. Bueno. Lo de un país es un decir, si bombardeara Cuba, por ejemplo, bombardearía a los Castro. Pero. La isla pavorosa me interesa tan poco que ya no pienso en ella ni para bombardearla. Y aquí viene lo interesante, tal vez. Hoy cuando cerré los ojos y pedí mi deseo de comienzos de año no pedí bombardear Corea del Norte o Irán o Venezuela. Curioso, ¿no? Pedí bombardear Arabia Saudí. Bombardear los palacios de los príncipes (asegurándome de que estuvieran dentro los príncipes, claro) hasta que no quedara ninguno. Arabia Saudí. Qué cosa. Aunque, pensándolo bien, tiene lógica si se considera con la mayor atención: Arabia Saudí es un país más dañino para la humanidad que Corea del Norte, Irán o Venezuela. Por lo que es en sí Arabia Saudí, pero además ¡allí está La Meca! Todos coincidirán conmigo en que la humanidad no sobrevivirá si no se bombardea lo antes posible La Meca.

(Sí, ya sé, el Vaticano también, pero hay que empezar por lo más perentorio).

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© Juan Abreu, 2006-2019