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Lunes, 1 de enero de 2018

Comemos y bebemos donde Javier y su gustosa Ana que proveen mucho y de lo mejor. Y reímos y hacemos mofa del enemigo como es de rigor y enarbolamos nuestra libertad y en eso estamos hasta que aparece en la televisión el hombre vestido de vampiro y la mujer vestida de rojo que lloriquea no sabemos por qué, pero tampoco es que nos importe. Y Javier había comprado la manzanilla que me gusta lo que son los amigos. Y llegan las campanadas y las uvas y pitos y matracas y el champán. Y hay un gran alborozo. Y cantamos como ya es tradición el himno de la casa Espada y cantamos además al gran Rivero de varonil candor. Y entonces las niñas ponen esa musiquita pizpireta de los ochenta (creo) que les gusta y se echan a bailar y me siento a mirarlas lúbricamente, y descubro que no hay sólo lubricidad en mi mirada, ahora también, digamos, cierta ternura: debe ser la vejez. Y así vamos entrando en el nuevo año como en una casa habitada.

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© Juan Abreu, 2006-2019