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Viernes, 17 de noviembre de 2017
A mí lo que me interesa (es un decir) de Sergio Ramírez no es el Premio Cervantes que le han dado, no leía a Ramírez un escritor de medio pelo antes, ni lo pienso leer ahora. A mí lo que me interesa del revolucionario (esa palabra sinónimo de mierda) Ramírez, es su papel como esbirro de la siniestra dictadura sandinista. Daniel Ortega y su pandilla (entre la que destacaba Ramírez) fueron (y son) una sucursal de la dictadura cubana, que entrenó y armó y tuteló a los sandinistas. Así que Ramírez, a mi modo de ver, no sólo fue un esbirro sandinista sino también un esbirro castrista. Si eres esbirro del criado lo eres del Amo. ¿No? Recuerdo a Ramírez de lameculos oficial junto a Castro, como representante de la colonia sandinista ante la metrópoli (Cuba), y ya desde entonces me producía la misma repulsión que me produce hoy. Mientras fusilaban, mientras torturaban, mientras privaban de todo tipo de libertad a los cubanos, Ramírez ejercía de esbirro del sandinismo y a fin de cuentas de esbirro de los Castro. Ah. Y. Por cierto, entre las víctimas de los Castro, mientras Ramírez ejercía de esbirro sandinista y castrista, había escritores mucho más talentosos que Ramírez: Arenas, Padilla, Ariza, Victoria, Díaz de Villegas. Por sólo mencionar algunos.
No iba a decir nada hoy sobre el Premio Cervantes, que casi siempre recae sobre alguien que es poco más que una ofensa al escritor Cervantes. Pero. Hombre. ¡A un esbirro como Ramírez!
