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Miércoles, 15 de noviembre de 2017
Avanzo, lentamente, por el segundo volumen de Emanaciones (2012-2015). Encuentro cosas que me gustan, otras que me sorprenden, y bastante material eliminable por un motivo u otro. Qué conclusión saco de la lectura: que somos vapor. No materia de sueños, sino residuos gaseosos. Residuos que a veces despiden una fosforescencia, y otras un tufo a carne en descomposición.
Termino el libro de Kertész, que tiene muchos altibajos y cuyo mayor problema es que al fondo siempre está Dios. Así no se puede escribir. En otra época quizás, pero ya no. No importa lo que digas ni de qué manera excelente lo digas (así Kertész, a veces) lo que dices reposa sobre un fondo falso es como escribir dentro de una maleta de doble fondo de esas que se ven en las películas, no hay superficie real sobre la que apoyar la escritura y sabes que si levantas ese doble fondo debajo hay un espacio en el que el autor renunció a meterse y que era el único en el que tenía la obligación de meterse.
