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Martes, 7 de noviembre de 2017

Hay una hora después de las diez en que la luz entra al lugar donde escribo y leo y donde transcurre la mayor parte de mi vida. La luz llega rebajada de alguna manera por el ventanal aunque rebajada no es la palabra, llega desintegrada llega como polen tal vez. Veo unas hojas rojas a través y veo el paisaje más allá: la mata de maravilla y los cipreses del vecino y a lo lejos Collserola y en su cresta la iglesia que en el horizonte de noche iluminada es bonita pero de cerca es espantosa como todos sabemos. El gato duerme en una silla y los perros sobre la alfombra y siento algo infantil algo de aquella inmortalidad quiero decir y he escrito esto para decirles cómo es este momento pero como pueden comprobar no sé cómo es.

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