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22 de octubre de 2017

Siguen llegando. Mis lectoras. Qué grandes. Yo soy un gran enamorado y un gran entusiasta de los culos femeninos, y he visto muchos la verdad pero como este que llega a mis puertas (es un decir, qué más quisiera yo), pocos. Porque este es no sólo un culo hermoso es además un culo sabio. No quiero dármelas de conocedor, pero leo en ese culo un saber ser y un saber hacer y afirmaría sin dudar un segundo, que estamos en presencia de uno de esos culos excelsos que te dan algo (¡una dicha feroz!) que en la vida sólo se encuentra en culos así: algo que no puedes encontrar en una boca tortuosa y algo sucia (las mejores), que no puedes encontrar en unas gloriosas tetas o en un coño autoritario y copioso (los mejores). No. Sólo un culo así, mayestático, puede darte esa dicha feroz de la que hablo. Esa sensación de que ¡por fin!, estás en manos de una hembra orgullosa de ser la hembra que es.

Aprecien la calma con que se presenta este culo, una calma que no es calma, no se dejen engañar, sino acaracolado vendaval. Me atrevo a asegurar que ese culo sabe a anacardos, a miel de espliego, a primera vez ante el Partenón, a jadeo almizclado. Estamos ante un culo al que nunca posees es él siempre quien te posee y te pone en tu infinitesimal lugar, que no es otro que el lugar del humilde, agradecido, y dedicado servidor. Que es lo que soy de su dueña desde hoy, naturalmente.


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© Juan Abreu, 2006-2019