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19 de septiembre de 2017
Si hay algo que no he llegado a entender, después de muchos años de vivir en España, es el complejo de inferioridad que parecen sentir muchos españoles (sobre todo los políticos) respecto a los catalanes. Vivo entre catalanes y con catalanes y hago con ellos lo mismo que hago con cualquier otro español o española, incluso todo lo sexual, claro. Y mi percepción es que los catalanes son españoles con sus virtudes y sus defectos como cualquier otro español. ¿Por qué creen entonces muchos españoles que los catalanes son especiales o superiores o que se les debe algo? Razones para ese complejo de inferioridad no hay ninguna, naturalmente (salvo las racistas). Por eso me alarma tanto que intelectuales, periodistas y políticos españoles (y gente así) declaren que hay que dar a los catalanes esto o lo otro para que estén contentos en España. Que hay que concederles no sé qué privilegios y autogobiernos para que se sientan amados y se sientan aceptados. A mí todo esto me parece grotesco, e infantil. ¡No están contentos! Bueno, y qué. ¿Por qué habría de importar más el estado anímico de unos españoles que el de otros? ¿No están contentos? Pues que hagan lo que hace cualquier ser humano común y corriente para alejar las tristezas, para alegrarse. Sea lo que sea, según cada cual. A mí por ejemplo me funciona acariciar al perrito, leer un buen libro, ver una película divertida, trabajar (sí, trabajar me alegra) o abrazar y oler a mi mujer (eso me pone muy contento) o burlarme de algún lameculos castrista o de la izquierda española. O follar. O hacerme una paja. Lo de la paja es muy efectivo, doy fe.
Así que ya saben.
