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29 de agosto de 2017
El padre del niño asesinado abraza al imán. ¿A qué se dedica el imán? A meter en el cerebro (no en el alma, que no existe) de los niños y de los jóvenes y de todo el que le caiga delante, imbecilidades oscurantistas anticientíficas que anteponen un supuesto ser todopoderoso e inexistente al orden civilizado, laico y humanista dictado por la razón. A separar a los ciudadanos entre musulmanes e infieles, se dedica el imán. A establecer que las mujeres son inferiores y putas provocadoras de nacimiento si no se tapan debidamente, se dedica el imán. Veo en los periódicos al imán abrazado al padre del niño asesinado en La Rambla por religiosos musulmanes. Es una imagen grotesca. Esa imagen es el símbolo del oscurantismo triunfante, del laicismo y la civilización rendidas al atraso del islam. Abrazar al imán es admitir y condonar su tarea embrutecedora. También trivializar y enternecer, por motivos políticos, el crimen religioso cometido en La Rambla. Si el imán es tan ignorante como para creer las estupideces en las que cree, bien, es su cerebro y su vida. Pero no hay que conceder, en nuestra sociedad civilizada, autoridad moral a su oscurantismo. Sus creencias son lo opuesto de nuestra civilización, son el regreso a la oscuridad de lo irracional, y nuestro deber como ciudadanos libres es combatir la oscuridad de lo irracional y procurar que avance de la manera más expedita posible la verdad de la ciencia y la luz de la razón.
