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21 de agosto de 2017
En un espigón que se adentra en los mares árticos nos llega la noticia. Después salimos a ver ballenas y a contemplar los fiordos y sus cielos helados es verdad pero ya nada es lo que era y no estamos ni aquí ni allá, lo que es un no estar. Voy en los aparatos por los aledaños de la matanza, desolado como es natural. Pero. También enfurecido. Sobre todo al ver la conferencia de prensa de la alcaldesa Colau y los señores Junqueras y Puigdemont de verlos ahí de pie a los tres sobre la sangre fresca cómo la aprovechan la sangre fresca para marcar paquete lingüístico. Atacan la segunda ciudad más importante de su país, España (del que son funcionarios y del que cobran) y no usan el idioma del país, y sacan tajada tribal sin pudor y sin decencia y lo primero que hacen es agarrarse los aldeanos cojones lingüísticos ante el mundo y exhibirlos: la matanza ya incorporada y felizmente parte del proceso sedicioso. Si Barcelona y Cataluña tienen como representantes a esta basura humana, es que el ámbito moral del independentismo catalán se ha instado ya en una cloaca insondable.
