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2 de junio de 2017
Encuentro en mis archivos una novela corta o noveleta (como decíamos allá) en la que trabajé durante algún tiempo y después abandoné ya no recuerdo por qué. El título es formidable: Violo a domicilio. Hará las delicias de las feministas de pelo en pecho, sospecho. Va como Diosa o El reto de una pareja que explora los límites de su libertad (que siempre es libertad sexual a fin de cuentas sin libertad sexual no hay libertad verdadera porque sin libertad sexual todo queda teñido de hipocresía y de renuncia y de autocensura y de falsedad al fin) y que se divierte haciéndolo, naturalmente. Es una novela barcelonesa y es también una exploración acerca de la naturaleza de la escritura y su significado y su relación con la vida real porque el personaje masculino es un escritor y un periodista. La he estado releyendo y reescribiendo muy por encima y me gusta. En cuanto tenga listo el primer volumen de Emanaciones creo que me pondré a terminarla. Aunque con ese título será difícil que en España algún editor se atreva. Pero. El placer de escribir y sobre todo el de incordiar ya saben.
Y mañana a Málaga a ver la exposición de los maestros ingleses en el museo Picasso. Y a comer pescaditos fritos y beber Tío Pepe Palomino Fino (esa conjunción astral de teta y clítoris) todo no puede ser trabajo en la vida. ¿No?
