3169

Veo Santa y Andrés, la última película de Carlos Lechuga. Una película hermosa, redonda. Y muy emocionante. Al menos para mí. Porque es un homenaje a los escritores silenciados, perseguidos y humillados por la dictadura de los hermanos Castro. Yo estaba mirándola y veía a Reinaldo, Esteban Luis, Carlos Victoria, Daniel Fernández, René Ariza, Miguel Correa, Guillermo Rosales, Roberto Valero, Néstor Díaz de Villegas, veía a Delfín Prats y a Eddy Campa y a tantos otros, toda una generación de escritores acorralados y en muchos casos aniquilados por la estupidez y la bajeza del castrismo. Y me veía a mí mismo y a mis hermanos, naturalmente. Podría hablar aquí del formidable trabajo de los actores, de la sensibilidad y la pericia del director, pero prefiero dejar eso a los críticos de cine. Lo que quiero señalar es la valentía de esta película, su coraje, su nobleza, y su importancia para la cultura cubana. Porque no hay cultura sin esplendor moral.

Yo que tanto he escrito y que me paso la vida hablando mal de la isla pavorosa y diciendo que no hay esperanza ni redención posible para los cubanos allá, debo reconocer mi error. Hay esperanza. Poca, y amenazada. Pero existe. Esta película de Carlos Lechuga lo demuestra.

Me gustaría, por último, dar las gracias a Lechuga por Santa y Andrés, en mi nombre, y en nombre de mis amigos muertos. Y decir, por qué no, que en la escena del acto de repudio me puse a llorar.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019