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En el hospital, leo este artículo del amigo Bustos. Cita a Ferlosio. Dice Ferlosio de Disney: “Disney ese gran corruptor de menores nunca bastante execrado, el mayor cáncer cerebral del siglo XX”. Bueno. No. Disney es un genio. Disney fue el primero en ver, o intuir, (antes que Pinker, Blackmore y demás) que la esencia del progreso humano está relacionada con el Entretenimiento. Siempre con mayúscula. Respeto, eh. Nos entretenemos, luego somos y progresamos. El Entretenimiento, médula de lo infantil, es la clave para el desarrollo de estándares imaginativos que consigan sacarnos de nuestra condición mortal. El hombre desde su principio, busca un sentido. Bien. Helo ahí. Escapar a la mortalidad. Ese es el sentido. El único sentido. Disney es una figura fundamental en la aventura de vencer la muerte. No Kant. No Spinoza. No, por descontado, Marx. La filosofía no es la herramienta que nos librará de la muerte, es la imaginación. Disney ha infantilizado, es decir potencializado el papel crucial de la fantasía y lo inaudito en la mentalidad occidental. Algo que se da naturalmente, sospecho, en los japoneses (pero ay, no somos japoneses, de ahí la importancia de Disney para nuestra cultura). He visitado Japón varias veces el país más infantil del mundo por cierto y el país a un tiempo más educado moderno serio innovador tecnológico y socialmente inteligente del mundo, tal vez. Disney ha contribuido de manera crucial a dejar atrás al primate serio y espeso y nos ha acercado al hombre plástico, ligero e irisado que debemos ser.
La infantilización de Occidente es de las mejores cosas que nos han podido pasar.












