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Hace nueve días llegó el dolor. El dolor. Tuvieron que hospitalizarme (de ahí mi ausencia) y fui intervenido quirúrgicamente como única forma de reducir el dolor. No hablo aquí de otro dolor. No hablo de esos dolores que sobrellevamos todos a lo largo de la vida. Hablo del dolor. Desde el día en que llegó el dolor, aprendí dos cosas. Una sobre el dolor, ese dolor: que tiene preeminencia sobre la muerte. Toda mi vida como miembro de la especie ha sido levantada sobre la experiencia ancestral del temor a la muerte. Que está impreso en nuestros genes desde las praderas y es el estigma del animal que somos y que, desgraciadamente, por largo tiempo aún seremos.

El dolor. Su preeminencia sobre la muerte. Nueva marca de agua. Creo.

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© Juan Abreu, 2006-2019