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Hay tormenta y el perrito tiembla y va de aquí para allá aterrorizado. Llueve y los relámpagos pulverizan la noche. Trato de calmarlo le paso la mano por el lomo y le digo que no pasa nada tranquilo vamos vamos tranquilo pero él sigue temblando. Temblando como el perro de mi madre lo recuerdo muy bien en su regazo temblando. Era un perro pequeño, blanco, con manchas carmelitas y era un perro sosegado y hasta tierno. En mi cerebro ahora lo estoy viendo. Cuando era ya muy viejo salió de casa un día y no volvió y mi madre durante semanas correteó por el barrio llamándolo, desesperada.

Y ha pasado desde entonces casi medio siglo y yo aún soy a veces ese perro perdido.

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© Juan Abreu, 2006-2019