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Vemos Médecin de campagne (no me atrevo a poner aquí la espeluznante traducción española) y el inmenso François Cluzet qué actor formidable y queda claro otra vez como si hiciera falta que joyas así (al clavezín podríamos decir) sólo pueden hacerlas los franceses. En España no se puede (demasiado reivindicar y demasiada grasa roja).

Qué lección de mesura, tiempo macerado y destilada desolación. La vida en su pasar siempre despiadado y sin final feliz y ese breve diálogo (más bien monólogo) entre Jean-Pierre y Nathalie, gran momento de humanidad. Y el horror de la Naturaleza bien señalado. Y esos rostros al final encaminados al inevitable atardecer pero llenos de vida y de esperanza.

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© Juan Abreu, 2006-2019