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Avanzo alegremente por Leys y después de Chesterton (Madame, yo no sé nada: yo soy periodista) y Gide, un autor que nunca me ha interesado, llego a Malraux que conocía muy bien a los intelectuales franceses (En Francia, los intelectuales suelen ser incapaces de abrir un paraguas) pero que siempre me ha parecido un farsante, y disfruto mucho de que Leys piense lo mismo; y a continuación, como si fuera poco según se dice: Orwell (Lo que me pone malo de la gente de izquierdas, especialmente de los intelectuales, es su absoluta ignorancia de cómo suceden realmente las cosas).

Y todo cuán gozoso porque Leys es uno de esos escritores esencialmente amenos, y yo que mientras más viejo me pongo más convencido estoy de que la amenidad (junto a la claridad) es la máxima virtud de la escritura.

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© Juan Abreu, 2006-2019