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Y meditando un poco sobre el asunto que para eso somos intelectuales, me convenzo de que los cubanos han llegado en la isla a un nivel de abyección ya endémico que los hace incapaces de protestar (no digamos ya levantarse) contra la injusticia y el crimen castrista. Por el contrario, esa abyección borra toda barrera moral y les impele a ser manada y a colaborar con el tirano y a servirle y así se prestan a insultar, agredir, apalear e incluso matar (Oswaldo Payá, Laura Pollán por mencionar sólo los asesinatos más recientes) a los pocos que se atreven a rebelarse que se atreven a diferenciarse de la manada, y aquí los remito a El pájaro pintado de Jerzy Kosinsky.
Ese nivel de abyección reduce a los cubanos a niveles apenas humanos: ya a la población de la isla debe considerársele más animal (algún animal manso y cobarde) que humana. Por eso regresar a vivir allí, repatriarse en realidad es un deseo de volver al corral y a una animalidad y a una esclavitud deseada, es decir que la famosa tentación totalitaria de la que hablara el gran François Revel desemboca, los cubanos son la prueba, en ansias de esclavitud.
