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Portugal (4)

Vamos a visitar la casa del poeta Pessoa. Está en una zona tranquila y diáfana de la ciudad cerca de un gran parque frondoso y abrisado. Permanezco un rato de pie delante de la camita de Pessoa, qué camita tan pequeña la del poeta, se diría la de un niño. Leí hace muchos años el Libro del desasosiego y me gustó mucho por lo que recuerdo. Compro los poemas de Pessoa inspirados en el Rubaiyat de Omar Khayyam. Una edición muy bonita con una foto en la que Pessoa parece un cernícalo un halcón o algo así. Lo del poeta Omar Khayyam es curioso, no se sabe casi nada de él ni siquiera se sabe si lo que leemos son sus poemas o los poemas de sus discípulos. La llamada inmortalidad literaria es algo muy raro. ¿No?

Cuando terminamos, salimos a las calles azulejeadas y vamos hasta el Café A Brasileira donde solía ir Pessoa a escribir y a ver la vida pasar. Frente al lugar, que está muy bien conservado y que está más o menos igual que en época de Pessoa pero del que simultáneamente ya no queda nada, han colocado una escultura de bronce del poeta. Da un poco de pena ver a Pessoa ya metálico allí expuesto a la inclemente y zafia curiosidad de los turistas casi todos muy feos.

Creo en la poesía y en su poder curativo, pero a veces no me queda otro remedio que pensar que es sólo un subterfugio tras el que ocultamos de la vida el horror.

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© Juan Abreu, 2006-2019