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Portugal (1)

Volamos a Lisboa y ya en el avión la primera sorpresa agradable. Todo lo que sale de los altavoces sale en dos idiomas, portugués e inglés. El idioma del país, y el idioma del mundo. Si fuera en una aerolínea española cuando estuviera aterrizando en Lisboa aún estarían repitiendo todo en siete mil dialectos. Volamos a un país sensato, qué bien. Voy leyendo a César Aira, el librito que me regaló mi amigo Daniel. Interesante, por ahora, aunque esa prosa un tanto densa e incluso a veces farragosa de Aira. A mí me cuesta avanzar por un lugar así, pero de vez en cuando un destello que se agradece, y que anima a seguir.

A la salida del aeropuerto, pienso, esto parece un país tercermundista, pero sin miseria, y además un país tercermundista donde las cosas funcionan, a un ritmo más lento es verdad, pero funcionan. Mucho calor. Pasa un primer fabuloso ejemplar de mujer portuguesa. Ya me detendré en ellas. Impresionante. Y no es que yo vaya mal acompañado: mi rubia preferida y sus deliciosos atributos y mi reina la más bella entre todas las mujeres. Como para no ver nada más. Pero, ay, no puedo evitarlo. Ni quiero. ¿Cuál es mi primera impresión de Portugal, por si le importa a alguien?. Pues como una Andalucía pero mejor más dulce y carente de esa pátina africana tan desagradable que uno encuentra al otro lado de la frontera. Claro que se trata de una primera impresión, que tal vez vaya cambiando.

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© Juan Abreu, 2006-2019