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Nadé un poco después de pintar ya se había ido el sol pero el agua estaba tibia. Y si me ponía bocarriba sin cerrar los ojos todo era cielo. Ya conocen ustedes mi tesis de que lo mejor sería regresar a la bolsa amniótica y escapar así a la intemperie que como se sabe viene después y a la sensación de horror que perennemente acecha una vez salimos y nos quedamos solos. Pero. A lo que iba nadando por un instante qué dicha mi cerebro me hizo creer que había regresado y que estaba allí.

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© Juan Abreu, 2006-2019