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Me había dicho: hoy domingo día apacible nada de trabajar leer bajo el olivo y cosas así y sobre todo estar contigo el sosiego de tenerte y el esplendor de que estés cerca. Pero. Un poco antes de media mañana tuve que subir corriendo y otra vez la sensación de que el mundo se ordena y la escritura que salía sin esfuerzo alguno a una velocidad que a mis manos les cuesta trabajo seguir y lo mejor, salía perfecta. El último capítulo de mi novela de Miami en el que Nick Santos lucha con el asesino y casi todo el trémulo final. Una buena señal, claro está, hasta que no escribo el final de un libro no estoy seguro de terminarlo. También, un poco más tarde, varias páginas de diálogos estupendos ¡qué bueno soy escribiendo diálogos! cuando Santos va a visitar a su madre. La madre de Santos vive y vivirá a lo largo de las trescientas páginas (o las que sean) de la novela se los advierto ya el mundo real es tan cruel y tan sucio que mata a las madres, en mi mundo las madres no mueren.
No fue hasta entrada la noche que la cosa se calmó y después de cenar pude ver un rato, tranquilo, la televisión.
