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Recordé ayer por la tarde mientras leía en el balancín el libro de Rosales (al que en España pusieron un título espantoso) y me dije qué bien que las mejores novelas cubanas y también muchos de los mejores cuentos se hayan escrito en Miami o en general fuera del estercolero cubano, de la isla pavorosa se entiende; cosa lógica por otra parte porque no se pueden escribir buenas novelas ni buenos cuentos siendo un esclavo. Era esa hora mandarina y zumo vaginal en que el día se acaba mi hora preferida y yo leía apaciblemente una novelita demasiado francesa y como todo lo francés demasiado francés y a la larga petulante y el gato se sentó a mirarme y nos pusimos a hablar y estuvimos hablando un rato y ciertamente lo de conversar con seres humanos está muy sobrevalorado.
