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New York (2)
La ciudad es la ciudad y su fantasma. Siempre de la mano. Nuestro hotel está muy cerca de Hell´s Kitchen y del lugar donde vivió Reinaldo y camino por las calles renovadas en las que nada queda del sucio ayer y nos detenemos en el edificio donde vivió y murió y donde escribió El color del verano, entre otras grandezas. Si pregunto a los viandantes nadie sabrá quién era, pero lo sé yo, y eso basta. De las cuevas sexuales que antes poblaban todo este lugar y sus lubricadas lobregueces recuerdo, durante el paseo, su antihigiénica inocencia. Y una luz de rosado tendón. Aquella vez que descendimos a las catacumbas de la 42 y una mujer joven y hermosa dentro de una cabina de cristal se abría el chocho y me sonreía. Yo nunca he podido en estos ambientes de pago porque me producen tristeza y el sexo es generosidad y alegría. El no poder probablemente, eran los años ochenta en New York, me salvó la vida.
La gente muere, es cierto, pero hoy de pie aquí otra vez al sol recordando mi cerebro amigo mío es más grande que la muerte.
