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New York (1)

Llegamos al atardecer y lo primero que hacemos es ir al lugar donde estuvieron las torres que los religiosos musulmanes derribaron. Lo que es la religión. Murieron miles de personas como se sabe y mientras voy en el taxi viendo la ciudad pasar y su ronroneo de artefacto tierno y descomunal y su relámpago lila, pienso lo de siempre: si el chimpancé no abandona definitivamente la religión y cualquier patria que no sea la humana, no sobrevivirá. Las potalas de Dios y de la Tribu le impedirán despegar, separarse de una vez por todas del mono y de la Naturaleza e inaugurar la nueva era.

La ciudad ha cambiado mucho desde la última vez que nos encontramos. El nervio central del capitalismo reluce hermoso y fiero. New York es el vórtice donde se levanta una y otra vez la esperanza del hombre libre, por eso la atacó Dios. Dejamos la máquina amarilla y nos quedamos contemplando la desafiante limpieza que emana del lugar y sé que estamos ganando. Por el momento. En el monumento a los caídos, sobrecogedor, el agua de la vida canta interminable. Que nadie hable de Dios, aquí sólo hay lugar para la razón, la higiene de las máquinas y el poder de las manos del hombre.

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© Juan Abreu, 2006-2019