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He de reconocer que por ahora, disfruto más haciendo las aguadas que pintando al óleo. Tiene que ver con el medio, claro, pero también con la circunstancia. Las aguadas las pinto sentado en un rincón del estudio, a mí como al gato me gustan los rincones y los escondrijos (de ahí vendrá mi fascinación por meter la cabeza entre unas grandes tetas, supongo). Las aguadas son más relajadas además, el azar lo es todo y si no sale rompo la hoja de papel y cojo otra. Lo de la tela y el óleo es todo más complicado. Sin embargo el agua. El agua nos limpia el agua es lo más bello, ¿no? El gato anda por el jardín pero cuando me ve ahí sentado detrás del cristal entra en la casa y viene y se encarama en la mesa donde trabajo. Se queda mirando el movimiento del pincel y luego alza sus grandes ojos amarillos preciosamente insconcientes y me mira. No es verdad que los humanos sean la mejor compañía.

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© Juan Abreu, 2006-2019