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La ciencia ha propulsado al chimpancé hacia lo humano, pero no ha sido este, ay, un proceso uniforme. Hay millones de humanos que saben (y trabajan para alimentar y acelerar el progreso tecnológico y científico) que la ciencia y la tecnología son las únicas formas de trascendencia y de esperanza para la humanidad. Pero. Otros muchos millones viven más cerca del chimpancé y aún creen que un supuesto salvador que controla el Universo y nuestras vidas resucitó o que subió al cielo montado en un caballo, es decir cultivan un pensamiento anticientífico propicio al fanatismo, la violencia, el llamado de la manada y la imbecilidad tribal. Lo único que podría unificar un poco el proceso civilizatorio y disminuir la distancia entre estos dos grupos sería, creo, un gran avance científico: por ejemplo la invención de un aparato barato y casero que produjera agua potable y comida a partir del reordenamiento atómico, o que se lograra extender sustancialmente la vida humana, digamos hasta los quinientos años. Tal vez esto convencería a los más chimpancés de lo evidente: el único dios es el cerebro del hombre. De algo así depende nuestra supervivencia. De no reducirse la brecha entre los humanos menos chimpancés y los humanos más chimpancés, lo más probable es que la parte más chimpancé de la especie (que es mayoría), nos precipite en el caos la oscuridad y la barbarie nuevamente.
