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Hablaba hace poco de Lam aquí. La obra de Lam es, tal vez, la más grande entre aquellos nacidos en la pavorosa. No entraré ahora en si la pintura de Lam es cubana o francesa o europea o hasta caribeña. Es algo que tiene, para mí, un interés menor. Lam aprovechó como ningún otro pintor cubano el folklorismo, que tan caro es a la pintura cubana y latinoamericana en general. Pero. Por el cultivo de lo folklórico y supuestamente autóctono no se llega a un nivel estético que cambie la mirada civilizatoria y el perfil tecnológico, se llega en el mejor de los casos a una excelencia secundaria. Lo que nada tiene que ver con la belleza, naturalmente. Un Torres García, un Amelia Peláez, un Tamayo, pueden ser bellísimos, pero comparten una naturaleza subsidiaria.

Un gran pintor es quien abre para la especie un espacio nuevo en la percepción de la realidad, de esos hay muy pocos, Lam no era uno de ellos, Picasso sí. A pesar de su excelencia Lam nunca dejó de ser un derivado de Picasso. En la pintura cubana todo es subsidiario. Romper el campo gravitacional de las grandes culturas es imposible, pictóricamente hablando.

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