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Sigo con el libro de Jared Diamond y sorprendido por la energía que gasta y el entusiasmo que pone Diamond en demostrar que la agricultura no fue todo lo buena que se cree, que los miembros de las tribus de cazadores recolectores disfrutaban de una mejor salud que los agricultores. Leo y, ay, demasiado romanticismo, tanto, que al final brota un desagradable tufo moral. Bueno, comían cien tipos de plantas, nueces mongongo, raíces y escarabajos, magnífico. Qué dieta tan variada. Y qué. Sin agricultura no existiría arte ni ciencia ni humanidad tecnológica ni la especie hubiera podido separarse de la siniestra Naturaleza ni aspirar a dejar de ser animales. No existirían la Capilla Sixtina ni El arte de la fuga ni habría un artefacto humano llegando a Júpiter ni la especie tendría la esperanza de ser algún día inmortal y colonizar el sistema solar y expandirse más allá, por la galaxia. ¿Y cuál es (o debería ser) el objetivo, la razón de ser de la especie? ¿Sobrevivir sanamente comiendo raíces y roedores? No. La razón de ser de la especie es la inmortalidad y la conquista del cosmos. Sin agricultura no sería posible. ¿Qué más da si los cazadores recolectores tenían menos caries y eran más altos? No tenían penicilina, ni naves espaciales, de eso es de lo que va todo el asunto.

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