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De mis años de vida española, tan felices, nada me ha indignado más que los patriotas vascos. Un hombre que se acerca a otro, en democracia, y le dispara en nombre de la Patria, es posiblemente lo más rastrero a lo que puede aspirar la especie. Le dispara como sabemos por un montón de mierda sangriento que llaman Patria y porque ese montón de mierda sangriento reclama singularidad y superioridad, naturalmente. Lo folklórico es el ropaje de lo tribal. Todo lo folklórico es un pozo de iniquidad y de oscurantismo y de ignorancia asesina, como es evidente. Empiezas por ponerte una gorra distinta, bailar un bailecito propio, ponerte un traje ridículo y hablar una jerigonza diferente y pones por delante de tu condición de terrícola un trapo de colores sentimentalizado y alguna cancioncilla siniestra a manera de himno que te singulariza, y terminas poniéndole una bomba o pegándole un tiro en la nuca a los seres humanos inferiores que ¡ay de ellos!, no practican ni tienen por sagrados tus imbéciles folklorismos.

Hay que trabajar y sobre todo legislar por un hombre planetario y combatir y eliminar la siniestra Identidad Nacional, que se niega de forma ruin y violenta a ser lo que es: atracción para turistas y entretenimiento circense.

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