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Los aguaceros son siempre infantiles y el de esta madrugada mucho más, no sabré por qué hasta que me levante a orinar y la vea en la piscina del vecino su lomo vegetal. El aguacero no era más que el trompeteo que la anunciaba. Y mi corazón literario el único que tengo se estremece de dicha elemental. No sabría decirles por qué pero supongo que tiene que ver con que ella pone en su sitio la miseria de los hechos ¿qué es un hecho sino otra porquería que se va, que no podemos retener? Paso la mano por el cristal y aparto el frío y distingo en el negro vapor de la esperanza el roce de los mares y ha vuelto.

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© Juan Abreu, 2006-2019