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Dicen que el pasado no existe, y tiendo a pensar que es cierto. Pero el cerebro tendrá buenas razones para que eso que no existe regrese a veces de manera vívida. Mi hermano pequeño (el más talentoso de nosotros) acaba de publicar una novela y en cuanto vi su portada mi cerebro hizo volver la lectura de los primeros capítulos de esa novela, en la pavorosa y en los años setenta. A pesar de mi habilidad con las palabras no sería capaz (ni escribiendo cientos de páginas a lo largo de muchos años) de conseguir lo que mi cerebro en un segundo: sentí los olores de la casa y el fulgor del almendro y a mi madre en la cocina y sobre todo volví a escuchar la voz de mi hermano tan joven, casi un niño, leyendo.

En un país sano y libre, en un país no envilecido por el fidelismo, aquella novela hubiera marcado un momento germinal en la literatura cubana, pero como a cualquier gesto no estipulado en los manuales de control de la manada, el fidelismo la condenó.

Pero. He aquí otra vez su libertad su alegría y su luz.

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© Juan Abreu, 2006-2019