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Martes, 11 de diciembre de 2018

La casa blanca frente al mar está lejos pero no lo suficiente. Nunca se está bastante lejos. Amanece y todos se han ido a caminar sobre las infernales piedrecillas llenos de un incomprensible entusiasmo y yo me he quedado a salvo, es un decir, en la terraza sobre la copa de los pinos. Leo Orbyt, y a ratos levanto la vista y miro el mar que hoy, mucho menos gris, lucha con el viento. Pasa un barquichuelo, pasa un pato a ras del agua. Pasa una voz sin dueño pasa un furor de hierbas pasa un hervor. Las guerrillas castristas y etarras catalanas (entrenadas por los etarras y los castristas quién puede dudarlo) cortan carreteras y apalean a los mossos (policía provincial) y cortan carreteras con total impunidad como se dice. Vivimos en una época cobarde estúpida y vil. Si en España quedara un ápice de sentido común ya se hubiera suspendido la autonomía catalana y encerrado a Torras y su pandilla por traidores, y desplegado al ejército naturalmente. ¿Qué? No, no, tranquilos. El ejército sería recibido en Cataluña con gran alivio y enorme alegría, como fue recibido Franco. Y en Francia por cierto Macron El Cagado, o El Mariconazo (los franceses no acaban de decidirse acerca del título) sigue bajo la falta de su mamita soñando con negros desnudos y sus diarreas dicen que ya alcanzan el glorioso Sena que nunca en mi cerebro será otra cosa que el río de cerezas del gran Hinostroza. La literatura precede al paisaje ya se los dije. Y la palabra chumberas.

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© Juan Abreu, 2006-2019