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Miércoles, 24 de enero de 2018

Dice mi amigo Andrés Reynaldo que el Subnormal Anaranjado no es que sea un Subnormal Anaranjado, es que es sincero. No es que sea grosero y estúpido, o que necesite atención psiquiátrica, que es lo que creo yo. No. Es que es sincero. No tiene filtros. Manda huevos. En ese plan la gente debería llegar a casa del vecino y decirle tu hijo es feo de cojones pero a tu mujer con qué gusto me la follaría qué belleza no sé a quién saldría el frankenstein de tu hijo pero tu mujer qué ojos qué cara de putón verbenero, qué tetas qué culo cómo me gusta pero no te enfades es que soy sincero. Hay que apreciar la sinceridad. La sinceridad es una gran cosa. ¿No?

Todo el mundo sabe a estas alturas (salvo los cubanos trumpistas) que la educación, los modales, los protocolos y las buenas maneras (es decir la mentira organizada), han sido y son herramientas fundamentales de la civilización. Herramientas decisivas evolutivamente hablando, gracias a ellas el ser humano dejó de ser un chimpancé. Aunque admito que muchos en USA no lo han dejado de ser lo suficiente véase que han elegido al Subnormal Anaranjado de presidente.

Me pongo a sacar algunas cuentas. A Trump no lo eligió la América urbana, es decir la más educada, la más civilizada, a Trump lo eligió la América rural, es decir la más bruta, o, como lo diría yo, la América más chimpancé. Y no hay que engañarse lo eligieron porque se parecía a ellos.

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© Juan Abreu, 2006-2019