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Sábado, 13 de enero de 2018

Hay una paloma muerta en el jardín. Me abrigo y salgo es una paloma torcaz grande de color gris, castaño, y verde esmeralda en el plumón del pecho, ya todos algo apagados. Siento una gran tristeza. Me agacho y estoy allí mirándola un rato. No la mató el gato, se ha roto el cuello al chocar contra un ventanal, el de la terraza tal vez. No sé por qué siento tanta tristeza, vivió y murió en ese estado que dicen los sabios los iluminados y los filósofos que es el ideal el más excelso un estado en el que se vive instante a instante sin pasado ni futuro y sin horizonte mortal. Tiene los ojos cerrados.

Y yo con este cerebro que no se detiene jamás.

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© Juan Abreu, 2006-2019