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Viernes, 10 de noviembre de 2017

Con lo que se habla ahora de Bélgica recordé cuando fuimos no hace mucho los excelentes museos de Bruselas y los paisajes algo aburridos desde la autopista y Brujas un lugar muy curioso donde estuvo a punto de estallarme la cabeza cuando pasó alguien hablando flamenco. Todas esas jerigonzas deberían desaparecer, me dije en ese momento, como es lógico, para qué sirve toda esa porquería de las jerigonzas propias sino para alimentar al chimpancé tribal que es lo más peligroso y lo más grotesco que hay, como se sabe. ¿Qué eran los nazis a fin de cuentas? Una tribu. ¿Qué son los comunistas a fin de cuentas? Una tribu. ¿Qué son los nacionalistas a fin de cuentas? Una tribu. Y si a una tribu ideológica o nacional le añades una jerigonza propia y una identidad racial (siempre disfrazada de cultural) y unas ceremonias folclóricas sacralizadas, ya tenemos asegurado el campo de concentración, el tiro en la nuca y el nosotros y ellos y resumiendo tenemos asegurado el horror.

Y hoy pensando en Bélgica pensé que es muy extraño ¿no? que sea el lugar donde se ha instalado el Parlamento Europeo porque no hay lugar menos europeo y más envilecido por las tribus que Bélgica que viene a ser lo contrario del ideal europeo. Los flamencos contra los valones, los valones contra los germánicos y todos contra todos odiándose con gran entusiasmo naturalmente, y eso es la capital de Europa y eso es Bélgica.

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© Juan Abreu, 2006-2019