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Mi querido Reinaldo tenía una manera especial de decir la palabra yegua, y solía adjudicarla a gente especialmente despreciable. Pero lo mejor era que siempre después de decir ¡yegua! le estallaba por todo el rostro una risa burlona formidable. Dejo el libro de Mao (sólo un momento) y recuerdo esto al leer una entrevista con Mariela Castro. Veamos. Mientras los asesinos del padre asesino de Mariela matan en las calles de Venezuela (al tío de Mariela no lo mencionaré porque ese montón de mierda, por suerte, ya explotó) y mientras yo pinto a los miles de jóvenes cubanos asesinados por el padre de Mariela, Mariela viaja por el mundo y concede entrevistas gracias a su padre asesino y gracias a la sangre vertida por su padre asesino. Cada vez que Mariela llega a un hotel de lujo en New York o Madrid, cada vez que Mariela se limpia el culo en uno de estos hoteles de lujo con un terso papel cada vez que Mariela usa una perfumada toallita para asearle el coño a su marido cuando termina de comerle el coño en uno de esos hoteles de lujo, lo hace gracias a que su padre asesino lleva cincuenta y siete años matando y esclavizando a los cubanos. Mariela Castro es sólo una garrapata que se alimenta de la sangre derramada por su padre, Raúl Castro.

¿Y sobre lo que dice Mariela de Reinaldo en la entrevista? Bueno. Es comprensible. La garrapata Mariela tiene que preservar su modo de vida. Pero. ¿Qué diría Reinaldo si pudiera leer lo que dice Mariela? Lo diré en voz alta. Reinaldo diría (así yo): ¡Qué yegua!

Y después de decirlo me quedaré un momento en silencio para volver a escuchar la formidable risa burlona de mi amigo.

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