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No es raro que lea dos libros a un tiempo y ahora Extinción y el Diario y me siento en un estado como de exaltación crucial o como discurriendo por los salones de un gran museo a cada paso joyas. Así Bernhard:

“Tu padre tuvo siempre la equivocada opinión de que los títulos académicos rimbombantes eran garantía de cierta capacidad intelectual respetable. En eso se equivocó siempre. Durante toda mi vida he odiado todos esos títulos y a los que llevan esos títulos. Me resultan más repugnantes que cualquier otra cosa. En cuanto oigo: ¡catedrático de universidad!, me pongo malo. Un título así, al fin y al cabo, es precisamente la prueba de ser un zoquete especialmente insólito. Cuanto más enorme suena un título así, tanto más zoquete es quien lo lleva”.


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