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Lunes, 16 de septiembre de 2019

Se nos ha casado Manuel Valls. Valls es catalanista y, por tanto, nacionalista catalán. Ambas definiciones obedecen al mismo reclamo tribal. Declararse catalanista es declararse nacionalista catalán. El nacionalista es lo contrario del ciudadano. El ciudadano se ha bajado del árbol y acepta ser libre e igual junto a sus congéneres, el catalanista permanece en el árbol nacionalista y se niega a bajar porque el árbol no es un árbol es un altar y él no tiene congéneres sino hermanos de leche y sangre.

La ciudadanía española (la única que hay en España) y el ciudadano español son los enemigos naturales de cualquier nacionalismo (catalán en este caso). Valls engañó a Ciudadanos a quienes consideraba unos pelagatos íberos e instaló su sacro culo francés en la élite económica y política del catalanismo, en el altar catalán. Y así se pasó al bando enemigo. El bando enemigo en España es cualquier bando que reivindique el ser tribal por encima del ciudadano español. El proyecto político de Valls es una especie de neopujolismo y su boda lo encarama al sagrado árbol catalán junto a la aristocracia como se dice de la raza catalana sin cuyo apoyo sería imposible sacar adelante un proyecto neopujolista. Love is something wonderful.


El futuro escrito

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