3952

Viernes, 24 de mayo de 2019

A NY me llegaban los chillidos de la chusma izquierdista española y el olor cerval de la derecha española. ¡Por sobre el océano! Y me llegaba sobre todo el hedor del Pueblo, naturalmente. Nada hiede como hiede el Pueblo. Cualquier análisis o consideración social o moral acerca de la abyección política española y el encumbramiento de los golpistas catalanes, los infiltrados fidelistas y chavistas y de los siempre traidores vascos pasa por el voto favorable de la ralea Pueblo. No hay que olvidarlo. Yo encaramado en el One World Trade Center y el vórtice del mundo a mis pies y contemplando conmovido los dos fosos líquidos y el fabuloso Oculus del denostado Calatrava, e incluso allí a través de los gruesos cristales del mirador a quinientos metros de altura me llegaba el hedor inconfundible del Pueblo y sobre todo el hedor del Pueblo catalanista y el hedor del Pueblo vasco. Pero muy débil es verdad y bastaba con soplarme la nariz y dejarme imbuir por el poderío de la libertad norteamericana y por el esplendor ciudadano norteamericano, en ningún sitio más tenaz y glorioso que en Manhattan, para que se desvaneciera el hedor del Pueblo. Y era dulce el perfume de la libertad. Y el Hudson espejeaba como una esperanza.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019