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Domingo, 12 de mayo de 2019

A ver si consigo describirlo. Estaba corrigiendo las últimas líneas de mi próxima columnita para Tendencias de El Mundo, cuando la vista se me empezó a emborronar al tiempo que unos latigazos me salían de la base del cráneo y ascendían y culminaban en unos latidos fortísimos en la parte superior de la cabeza. Lo peor no era eso lo peor era que tenía la sensación de que toda la cabeza (la cara me ardía) crecía y se achicaba como en una escena de esas películas de dibujos animados en las que se escucha un sonido avasallador que baja y sube a ritmo acompasado. Imaginen todo eso junto y añadan una gomosidad de la consciencia. No llegué a perder la visión, el emborronarse de la vista llegó a cierto nivel pero no alcanzó la oscuridad y luego comenzó a remitir al tiempo que disminuían como un líquido que llega a un tragante todos los síntomas. Lo que intento describir pasó en unos segundos aunque tengo la impresión de que mi percepción del tiempo se vio alterada, no sé en qué medida. Cuando acabó, terminé de escribir la columnita. Y lo peor pensándolo bien fue que mientras duró lo que fuera que me pasó tuve la seguridad de no estar en control de mi cuerpo. Una sensación inquietante, por decirlo suavemente. Pero. No he conseguido describirlo.

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© Juan Abreu, 2006-2019